30 julio 2010

#24 Apio

Apio

Nunca me gusto el pastel de carne. Anda a saber por qué pero no lo puedo comer (quizás sea porque no me gustaría recibir mis años con una velita sobre uno). Igual, mi tío siempre me dijo que de gustos no hay nada escrito. Supongo que lo decía para justificar sus gustos excéntricos (si la verdad que mi tío nunca estuvo tan en el molde). La cuestión es que me lo repetía todo el tiempo. A cada momento, a cada hora, a cada instante, en cada esquina, en cada ida, en cada venida y/o avenida. Hasta me lo recordaba por celular a plena madrugada. Si no eran las promociones de Movistar, seguro que era él, con uno de sus consejos de vida.

Recuero que un día en la casa de campo de mis abuelos nos encontrábamos en el fondo, abajo del pomelo que nos protegía un poco del solcito del mediodía que amenazaba con quemarnos vivos. En ese mismo lugar una vez había caído un pomelo tan pero tan grande que dejo inconsciente a mi tía Matilda, fue un gran susto para todos y la última vez que la vi (igual vivió un par de años más, no se preocupen.. bueno, en realidad NO - la vida también tiene tragedia ). Así que ahí estábamos tirados, mateando, rezando que no nos caiga ningún pomelo sobre nuestras cabezas, yo por si acaso me protegía con las manos (a veces me daban ganas de llevar casco).

Mi tío estaba tirado en una reposera enroscándose con un dedo los pelos del pecho (un matorral salvaje tenía, era una especie de chimpacé pensante) y con la otra intercalaba entre rascarse la calvicie y sacarse pelusas del ombligo. Desde mis ojos no era una imagen para nada gratificante, pero sus ojos denotaban que estaba filosofando (seguro se imaginaba alguna mina completamente desnuda). De repente un pomelo amenzante se desprende del árbol impactando justo sobre la cabeza del tío. PUM!! Gajos de pomelo volaron en todas las direcciones (algunas que ni siquiera conocía).El tío empezó a maldecir el pomelo. Se quejaba sin parar cuando de repente entró en un estado de shock. En ese instante levantó un dedo, me miró a los ojos y me dijo:- "De gustos no hay nada escrito. Pero de creencias tampoco... de creencias tampoco..." - y continuó maldiciendo al pomelo.

"De creencias no hay nada escrito" 

A mi me cuesta mucho aceptar esto, porque cuando voy a la librería hay cientos de libros que hablan acerca de religión, teorías espirituales, formas de encarar la vida, formas de encarar minas, como ser un chamuyero nato y encarar más minitas, como cambiar la mina de su lápiz y todas esas yerbas varias (sobre todo manuales de AUTOAYUDA o mi libro favorito: ¿Cómo detectar si comparte la cama con un fantasma?). Igual creo que lo que el tío realmente me quería expresar en su momento de iluminación pomelesca era que eramos totalmente libres (y no por usar toallitas superabsorbentes) de que nos gustará y de creer en lo que nosotros quisieramos!! (siempre y cuando nos mantegamos dentro de los límites, por favor).

Esto le daba mucha coherencia a gente que fui conociendo a lo largo de mi vida y por ignorancia o estupidez propia no comprendía. Como Cacho que dejo todo lo que amaba por una mujer que no lo amaba. O Josepe que se fue a vivir a una isla desierta para que nadie lo molestará hasta que finalmente murió de tanta soledad. Nadie asistió a su funeral.

También están esos que coleccionaban cosas, estampillas, basura, lo que sea, que nadie entiende por qué cuidan tanto cosas que otros tiramos con tanta facilidad. Los que son realmente optimistas o los que creen que las cosas pueden estar mucho peor. Los que leen el horóscopo todos los días y escuchan el informe del clima para saber si salir con paraguas y abrigo. Y los que no llevan abrigo porque esperan encontrarse con su amado/a para simplemente desnudarse, cómo decía Charly en algún tema.


Pero los que más me costo comprender siempre fueron esos que esquivan el asado dominguero o el del jueves con la muchachada después del fulbito. Esa gente que prefiere lo verde, la lechuguita, la rúcula, la espinaca, el color esperanza, el green peaces, el apio, el opio, el obvio. Los vegetarianos, veganos, ovolactovegetarianos, granivorianos, frutarianos, omnivoros, tiranosaurios, bilardistas, menotistas, maradonistas, maratonistas etc.. etc..

No se cuales son las razones que llevan a la mayoría de esta gente a tomar la decisión de abandonar los productos de origen animal. Imaginate una madrugada antes de rendir muerto de hambre, sabés como te hace zafar un paté, ni da para ponerse a pelar una cebolla (el bando a cebolla no solo aleja a los vampiros). Supongo que será cuestión de creencias como dice mi tío.

Este era el caso de mi vecino Joe. Diría que es vegetariano, pero en realidad su caso era otro. Joe, de pequeño era un niño de gran sensibilidad y muy curioso (quería ser veterinario para salvar la vida de todos los animales del mundo). Una vez tratando de ver de cerca a una hormiga, le acercó tanto su lupa que la incineró y murió de una forma terrible que si la describiera los haría llorar seguramente. En ese momento Joe entendió la diferencia entre la vida y la muerte. Fue sin querer, pero la culpa lo persiguió toda la vida, como la cola a los perros, las deudas al deudor y el perro a la rueda. Se preguntaba si era realmente un asesino, o si por ser hormigas uno tenía derecho a matar unas cuantas sin ser juzgado moralmente.

Comenzó a creer que absolutamente todas las cosas podían tener alma, desde el insecto más pequeño, hasta la maquinita de afeitar de su padre, de hecho mantenía conversaciones con está maquinita y más de grande hasta hacía el amor. Era loco pero según él desde el viejo motor grasiento que no encendía en el taller de su abuelo, hasta el dvd de la última película de Tarantino que no les voy a contar el final porque no la vi podían tener ALMA.

A medida que el crecía su culpa crecía en igual medida. Cada vez que masticaba una uva sentía que despojaba el alma de una pobre e inofensiva uva fuera de su cuerpo, arrebatandole sus sueños de ser uva y pertenecer a un racimo. Sueños desquebrajados en mil pedazos. Sueños como ser una uva bailarina quizás. Una uva fresca. Una uva hermosa, brillante. Una uva como pocas. Todos se iban como el agua al tirar la cadena.

Poco a poco dejo de comer casi de todo. Temía ser un asesino serial. Finalmente solo comía cereales, porque estos no les daban tanta culpa como las demás cosas. Y así se convirtió en un estudioso de la temática. Comenzó a rodearse de expertos y se volvió en un reconocido investigador. Un VERDADERO conocedor del tema.

De esa forma diseño uno de los métodos más disparatados que esuche en mi vida. Un método que él aseguraba que podía definir quién tenía alma y quién no. La llamó la "técnica de detección de almas suprema" y no justamente por las milanesas recordemos que él ni siquiera comía milanesas de soja.


La técnica era un poco perversa, pero efectiva a su criterio. Consistía en poner a pruebas al objeto al que se quería detectar si tenía alma o no. Pruebas que probaran su resistencia, síntomas de humanidad. En definitiva había un 97,3% de detectar objetos desalmados.

Recolectó durante meses imágenes de las más traumantes y horribles. Tan horribles que los televisores se negaban a reproducirlas y las impresoras preferían explotar antes que imprimirlas. Estas imágenes eran proyectadas en una pantalla especialmente diseñada desde un proyector ubicado a tres metros. Frente a la pantalla se ubicaba un cómodo sillón al que se maniataba con cadenas al objeto. De esta forma se le obligaba al objetos a mirar la pantalla durante tres semanas y a través de cables conectados se podían conocer sus cambios energéticos y le podían inyectar suero a través de un tubo conectado a la boca del estómago del objeto. Depende de las variaciones al día 22 podía determinar si el objeto tenía alma o no. Si no presentaba cambios físicos era porque evidentemente era un desalmado. Alguien sin alma no siente emociones y por lo tanto de podía concluir en la carencia de alma.

De está forma fue probando con cientos de objetos!! No se imaginan la cantidad de cosas de uso cotidiano que resultaron tener alma!! Tras dejarlo tres semanas frente a las terribles imágenes el helado de frambuesa se derritió completamente, el yogurt se volvió queso roquefort, las uvas pasas de uvas, el té café, el chocolate chocolatada, la carne salada jamón crudo, el maíz palomitas de maíz y el tiempo oro.

La mayoría de los vegetales pasaba la prueba con éxito. Sin embargo, como en toda familia, la familia vegetal tenía su ovejita distinta. Hubo una verdurita que se mantuvo inmutable a la prueba. Tres semanas y seguía igual. Si señores, era increíble. Esta verdura tan desalmada no era ni más ni menos que el mismísimo APIO. El apio resultó ser el eslabón perdido, la verdura sin alma. Joe por fin había encontrado algo que podía comprar en una verdulería y comer sin culpa.

Desde ese momento Joe solo se dedicó a comer apio y más apio. Cuentan leyendas que abrió un restaurant donde solo vendían comidas en base a apio, pero no estoy seguro. Otros dicen que era un cabaret. Otras leyendas hablan de una tienda de productos dietéticos. ¿Cuestión de creencias no? Mi tío tenía razón, de gustos no hay nada escrito. De almas y apios a partir de hoy quizás un poquito más. Y mi porción de pastel de carne sigue en la mesa por si alguién la quiere comer echándose a perder lentamente hasta concluir que tenía alma.

14 julio 2010

#23 Poeta

Poeta

Me encantaría ser poeta. No un poeta del montón. Quiero ser uno de esos poetas que tienen el poder de convertir el agua en vino. Uno de esos poetas que pueden llegar tanto a nuestro corazón que tienen la capacidad hasta detenerlo por unos segundos. Esos poetas tan punzantes que si quieren sus palabras atraviesan nuestras almas como dardos. O que pueden construir vida con solo proponerselo. Quisiera ser de esos poetas geniales que tomando tres palabras crean los más hermosos versos.

Me gustaría poder tomar la palabra más larga del diccionario y crear un puente de letras para llegar a donde sea. O de última hacerme un guiso con las letras y buscar palabras graciosas al moverlas con la cuchara. Poder desafiar al señor diccionario dueño y amo de las verdad y crear mis propios términos. Términos más divertidos, más interesantes o que expliquen lo que realmente siento. Acomodarlos y jugar con las sílabas y capaz hacer una canción con lo que salga. Una canción que recorra los oídos de todos y tenga sonido propio. Aroma propio. Crear versos donde la sandía y el vino sean amigos, donde la gente se paré para cambiar de canal su televisor, tome más mates en el parque y festeje por más que no sea mundial.

Agarraría todas las vocales y consonantes y armaría palabras impronunciables solo para divertirme un rato, y los retaría a pronunciarlas. A veces le pondría rimas a mis versos y otras los cambiaría por besos. Me tiraría de cabeza en las letras y cada vez que lo hiciera tendría un nombre nuevo. Me enredaría en palabras extrañas y las describiría de la forma más simple para que todos las entendamos. Viajaría desde la A a la Z y a veces me detendría solo en una letra. Luego aprendería otros idiomas y haría versos en inglés, francés, esquimal, chino y todos los demás. Pararía un rato a jugar con un subibaja, pero necesitaría compañía porque no es tan divertido solo. Viajaría de polo a polo, de oeste a este recitando mis poemas. Viajaría por viajar, recitaría por placer y de vez en cuando me tomaría una cervecita.

Dormiría en una hamaca paraguaya atada a dos palmeras mientras escucho el mar. Me nutriría de la arena, del suelo, de la tierra, del mundo. Escucharía lo que me dicen, aprendería un poco y lo traduciría. Lo compartiría con todos los que lo quieran escuchar. Me tomaría un café bien cargado a la mañana y aprovecharía para escribir porque dicen que es cuando las ideas están más frescas. Las noches las reservaría para soñar. Y así seguir escribiendo.

02 julio 2010

#21 La luz

La Luz

La vida al igual que un rompecabezas inconcluso nos presenta constantemente nuevos ENIGMAS que desafían a nuestro cerebro y nos obligan a hacerlo funcionar haciendo rotar muy suavemente los engranajes de nuestra cabeza hasta alcanzar un movimiento continuo y perfecto. Enigmas que alimentan nuestra capacidad de duda y despiertan el lado más creativo (y perverso, por qué no?) de nuestra mente.

Al igual que la vida alimenta nuestros vacíos mentales, la heladera llena nuestros estómagos de alimento y nuestras tripas de nutrientes. Obviamente, estamos hablando de una heladera de principio de mes, porque como dice un amigo una heladera vacía es tan perturbador como un alma apagada, un corazón sin cuerpo o un reloj que solo marca las seis de la tarde (hora del té!!).

Personalmente, entre los enigmas que me fue presentando la vida uno de los más grandes misterios se encontraba en la heladera, ese objeto de uso cotidiano que nos da acceso a dimensiones de infinito alimento (exagerando obviamente). Cuando uno abre la puerta de la heladera la LUZ está prendida!! Siempre prendida (excepto que te haya roto el foquito). Pero cuando la cerramos.. ¿Qué pasa con la luz de la heladera?

¡¿QUÉ PASA CON LA LUZ?!

Estudios científicos de alto nivel indicarían que la luz se apagaría a través de un sistema MUY complejo creado por los señores ingenieros diseñadores de refrigeradores. Aparentemente algún receptor detectaría que la puerta se encuentra cerrada, avisando a algún dispositivo para que esté apague finalmente el foquito y a otra cosa mariposa.

Yo se que en general está mal refutar las teorías científicas. Ya perdí tiempo tratando de refutar la teoría de la relatividad para darme cuenta que era relativo refutar teorías. Perdí tiempo también tratando de demostrar que las leyes de Newton no funcionaban, cuando lo único que quería hacer en realidad era comerme una manzana y me chupaba un huevo la fuerza que la gravitación ejercía sobre un cuerpo. Pero como soy insistente (para no decir duro para entender) estoy seguro que alguna vez la práctica le tiene que ganar a la teoría. Alguna vez mi insistencia le tiene que ganar a las demostraciones matemáticas tan largas con todos esos numeritos y cuentitas raras que nunca vamos a entender.

Entonces.. ¿Cómo saber que pasa con esa luz? En un sentido poético quizás esa luz de la heladera nunca se apague y sea la luz que ilumina nuestros caminos (claro, la heladera es nuestra amiga).

También podría ser que detrás de esta inocente luz haya gato encerrado (el oficial Matute finalmente apreso a Don Gato??) y que exista algún plan maligno entre la empresa proveedora de electricidad y las vendedoras de heladeras, que se reparten porcentajes equitativos de la plata que nos roban porque ese foquito que nosotros pensamos que se apaga al cerrar la puerta en realidad queda prendido consumiendo energía. Probablemente nos engañaron toda la vida desde que se creó la primera heladera en la edad media, y no sería la primera vez que esto pasa.

En definitiva me quedan flotando en el aire un montón de dudas. ¿Quién es la luz de la heladera? ¿Acaso será la misma y famosa LUZ MALA a la que tanto temían en el campo? ¿O tal véz será la famosa luz hollywoodense del "LUZ", cámara, acción? ¿O quizás esa luz que nombran en el famoso tema de Divididos? ¿O la luz al final del túnel?!

Quizás al cerrar la puerta de la heladera las verduras lloran, los huevos cambian de ubicación para divertirse, el aceite se amiga con el agua, la sal saluda a la pimienta, la leche descremada se encrema con la crema de leche, el yogur light se abraza con el yogur entero, la carne picada se ha pati, el jamón se hace paleta, y a la paleta juegan las costeletas!!

¿Cómo saber si pasa todo esto? ¿Cómo saberlo...? Si cuando abrimos la puerta ahí siguen todos, tan quietos, tan fríos..

...y LA LUZ prendida como siempre.