Apio
Nunca me gusto el pastel de carne. Anda a saber por qué pero no lo puedo comer (quizás sea porque no me gustaría recibir mis años con una velita sobre uno). Igual, mi tío siempre me dijo que de gustos no hay nada escrito. Supongo que lo decía para justificar sus gustos excéntricos (si la verdad que mi tío nunca estuvo tan en el molde). La cuestión es que me lo repetía todo el tiempo. A cada momento, a cada hora, a cada instante, en cada esquina, en cada ida, en cada venida y/o avenida. Hasta me lo recordaba por celular a plena madrugada. Si no eran las promociones de
Recuero que un día en la casa de campo de mis abuelos nos encontrábamos en el fondo, abajo del pomelo que nos protegía un poco del solcito del mediodía que amenazaba con quemarnos vivos. En ese mismo lugar una vez había caído un pomelo tan pero tan grande que dejo inconsciente a mi tía Matilda, fue un gran susto para todos y la última vez que la vi (igual vivió un par de años más, no se preocupen.. bueno, en realidad NO - la vida también tiene tragedia ). Así que ahí estábamos tirados, mateando, rezando que no nos caiga ningún pomelo sobre nuestras cabezas, yo por si acaso me protegía con las manos (a veces me daban ganas de llevar casco).
Mi tío estaba tirado en una reposera enroscándose con un dedo los pelos del pecho (un matorral salvaje tenía, era una especie de chimpacé pensante) y con la otra intercalaba entre rascarse la calvicie y sacarse pelusas del ombligo. Desde mis ojos no era una imagen para nada gratificante, pero sus ojos denotaban que estaba filosofando (seguro se imaginaba alguna mina completamente desnuda). De repente un pomelo amenzante se desprende del árbol impactando justo sobre la cabeza del tío. PUM!! Gajos de pomelo volaron en todas las direcciones (algunas que ni siquiera conocía).El tío empezó a maldecir el pomelo. Se quejaba sin parar cuando de repente entró en un estado de shock. En ese instante levantó un dedo, me miró a los ojos y me dijo:- "De gustos no hay nada escrito. Pero de creencias tampoco... de creencias tampoco..." - y continuó maldiciendo al pomelo.
"De creencias no hay nada escrito"
A mi me cuesta mucho aceptar esto, porque cuando voy a la librería hay cientos de libros que hablan acerca de religión, teorías espirituales, formas de encarar la vida, formas de encarar minas, como ser un chamuyero nato y encarar más minitas, como cambiar la mina de su lápiz y todas esas yerbas varias (sobre todo manuales de AUTOAYUDA o mi libro favorito: ¿Cómo detectar si comparte la cama con un fantasma?). Igual creo que lo que el tío realmente me quería expresar en su momento de iluminación pomelesca era que eramos totalmente libres (y no por usar toallitas superabsorbentes) de que nos gustará y de creer en lo que nosotros quisieramos!! (siempre y cuando nos mantegamos dentro de los límites, por favor).
Esto le daba mucha coherencia a gente que fui conociendo a lo largo de mi vida y por ignorancia o estupidez propia no comprendía. Como Cacho que dejo todo lo que amaba por una mujer que no lo amaba. O Josepe que se fue a vivir a una isla desierta para que nadie lo molestará hasta que finalmente murió de tanta soledad. Nadie asistió a su funeral.
También están esos que coleccionaban cosas, estampillas, basura, lo que sea, que nadie entiende por qué cuidan tanto cosas que otros tiramos con tanta facilidad. Los que son realmente optimistas o los que creen que las cosas pueden estar mucho peor. Los que leen el horóscopo todos los días y escuchan el informe del clima para saber si salir con paraguas y abrigo. Y los que no llevan abrigo porque esperan encontrarse con su amado/a para simplemente desnudarse, cómo decía Charly en algún tema.
Pero los que más me costo comprender siempre fueron esos que esquivan el asado dominguero o el del jueves con la muchachada después del fulbito. Esa gente que prefiere lo verde, la lechuguita, la rúcula, la espinaca, el color esperanza, el green peaces, el apio, el opio, el obvio. Los vegetarianos, veganos, ovolactovegetarianos, granivorianos, frutarianos, omnivoros, tiranosaurios, bilardistas, menotistas, maradonistas, maratonistas etc.. etc..
No se cuales son las razones que llevan a la mayoría de esta gente a tomar la decisión de abandonar los productos de origen animal. Imaginate una madrugada antes de rendir muerto de hambre, sabés como te hace zafar un paté, ni da para ponerse a pelar una cebolla (el bando a cebolla no solo aleja a los vampiros). Supongo que será cuestión de creencias como dice mi tío.
Este era el caso de mi vecino Joe. Diría que es vegetariano, pero en realidad su caso era otro. Joe, de pequeño era un niño de gran sensibilidad y muy curioso (quería ser veterinario para salvar la vida de todos los animales del mundo). Una vez tratando de ver de cerca a una hormiga, le acercó tanto su lupa que la incineró y murió de una forma terrible que si la describiera los haría llorar seguramente. En ese momento Joe entendió la diferencia entre la vida y la muerte. Fue sin querer, pero la culpa lo persiguió toda la vida, como la cola a los perros, las deudas al deudor y el perro a la rueda. Se preguntaba si era realmente un asesino, o si por ser hormigas uno tenía derecho a matar unas cuantas sin ser juzgado moralmente.
Comenzó a creer que absolutamente todas las cosas podían tener alma, desde el insecto más pequeño, hasta la maquinita de afeitar de su padre, de hecho mantenía conversaciones con está maquinita y más de grande hasta hacía el amor. Era loco pero según él desde el viejo motor grasiento que no encendía en el taller de su abuelo, hasta el dvd de la última película de Tarantino que no les voy a contar el final porque no la vi podían tener ALMA.
A medida que el crecía su culpa crecía en igual medida. Cada vez que masticaba una uva sentía que despojaba el alma de una pobre e inofensiva uva fuera de su cuerpo, arrebatandole sus sueños de ser uva y pertenecer a un racimo. Sueños desquebrajados en mil pedazos. Sueños como ser una uva bailarina quizás. Una uva fresca. Una uva hermosa, brillante. Una uva como pocas. Todos se iban como el agua al tirar la cadena.
Poco a poco dejo de comer casi de todo. Temía ser un asesino serial. Finalmente solo comía cereales, porque estos no les daban tanta culpa como las demás cosas. Y así se convirtió en un estudioso de la temática. Comenzó a rodearse de expertos y se volvió en un reconocido investigador. Un VERDADERO conocedor del tema.
De esa forma diseño uno de los métodos más disparatados que esuche en mi vida. Un método que él aseguraba que podía definir quién tenía alma y quién no. La llamó la "técnica de detección de almas suprema" y no justamente por las milanesas recordemos que él ni siquiera comía milanesas de soja.
La técnica era un poco perversa, pero efectiva a su criterio. Consistía en poner a pruebas al objeto al que se quería detectar si tenía alma o no. Pruebas que probaran su resistencia, síntomas de humanidad. En definitiva había un 97,3% de detectar objetos desalmados.
Recolectó durante meses imágenes de las más traumantes y horribles. Tan horribles que los televisores se negaban a reproducirlas y las impresoras preferían explotar antes que imprimirlas. Estas imágenes eran proyectadas en una pantalla especialmente diseñada desde un proyector ubicado a tres metros. Frente a la pantalla se ubicaba un cómodo sillón al que se maniataba con cadenas al objeto. De esta forma se le obligaba al objetos a mirar la pantalla durante tres semanas y a través de cables conectados se podían conocer sus cambios energéticos y le podían inyectar suero a través de un tubo conectado a la boca del estómago del objeto. Depende de las variaciones al día 22 podía determinar si el objeto tenía alma o no. Si no presentaba cambios físicos era porque evidentemente era un desalmado. Alguien sin alma no siente emociones y por lo tanto de podía concluir en la carencia de alma.
De está forma fue probando con cientos de objetos!! No se imaginan la cantidad de cosas de uso cotidiano que resultaron tener alma!! Tras dejarlo tres semanas frente a las terribles imágenes el helado de frambuesa se derritió completamente, el yogurt se volvió queso roquefort, las uvas pasas de uvas, el té café, el chocolate chocolatada, la carne salada jamón crudo, el maíz palomitas de maíz y el tiempo oro.
La mayoría de los vegetales pasaba la prueba con éxito. Sin embargo, como en toda familia, la familia vegetal tenía su ovejita distinta. Hubo una verdurita que se mantuvo inmutable a la prueba. Tres semanas y seguía igual. Si señores, era increíble. Esta verdura tan desalmada no era ni más ni menos que el mismísimo APIO. El apio resultó ser el eslabón perdido, la verdura sin alma. Joe por fin había encontrado algo que podía comprar en una verdulería y comer sin culpa.
Desde ese momento Joe solo se dedicó a comer apio y más apio. Cuentan leyendas que abrió un restaurant donde solo vendían comidas en base a apio, pero no estoy seguro. Otros dicen que era un cabaret. Otras leyendas hablan de una tienda de productos dietéticos. ¿Cuestión de creencias no? Mi tío tenía razón, de gustos no hay nada escrito. De almas y apios a partir de hoy quizás un poquito más. Y mi porción de pastel de carne sigue en la mesa por si alguién la quiere comer echándose a perder lentamente hasta concluir que tenía alma.